Arcadia Rekishi

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Pequeña reseña del foro:

Se dice que en la edad antigua la nobleza era elegida por los Dioses. Que la familia que reinara sería la más apropiada según cada ente divino. ¿Adecuada para qué? Para cumplir la profecía.

Los textos antiguos indicaban que nacería un primogénito quien sería la encarnación terrenal de Dios. Que este pequeño sería quien, con el poder brindado por la deidad, gobernaría con sabiduría y llevaría su pueblo a la prosperidad.

Esta creencia era la que regía Arcadia; más básicamente los cuatro reinos residentes de ella.

El tiempo pasó y llegó el nacimiento de los pequeños mencionados en las historias, marcando el año cero. Aquellos sucesores de los dioses, su reencarnación.

Azaliah, príncipe de Mizu (Agua). Eirene, princesa de Tsuchi (Tierra). Tinúviel, princesa de Kaji (Fuego). Y, finalmente, Nalla, princesa de Kaze (Viento).

De pequeños que fueron educados para realizar los trabajos sacerdocios del pueblo, encargándose de transmitir los deseos y órdenes de sus Dioses. No pasaron muchos años antes de que dominaran estos conocimientos y pudiesen establecer una mejor conexión con la deidad, claro que ésta comenzó a deteriorar el débil cuerpo humano que los príncipes tenían.

Poco a poco iban aproximándose a su muerte. Sus cuerpos no eran lo suficientemente fuertes como para resistir tanta cantidad de poder, como el de un Dios.

Cuando ya se creía que no había esperanza, una segunda parte de la profecía se dio a conocer. Se reveló la existencia de siete objetos mágicos, cuyo poder complementado podría conceder un solo deseo. Sea cual fuere el mismo.

Con la esperanza de poder reunirlos y salvar a su gobernante, los pueblos comenzaron a movilizarse para conseguir dichos objetos. Cada uno logró conseguir uno y una guerra estalló por los tres restantes. Por desgracia, no se llegó a cumplir el objetivo y los príncipes murieron antes de hallar aquellas reliquias.

Tras esto hubo un duelo, seguido de una depresión (tanto espiritual como real –económica-), por la pérdida de los príncipes y los caídos de la guerra. Esto duró varios años, manteniendo vivo el rencor entre los pueblos.

Creyeron que la conexión con el Dios se había perdido para siempre. Que sus esperanzas de prosperidad, habían muerto el mismo día en el que lo habían hecho sus gobernantes.

Los años pasaron y la historia continuó transmitiéndose a los descendientes, junto con el odio hacia los otros reinos y la falta de esperanza de retomar aquel contacto con Dios. Pasaron siglos con esas creencias, hasta que llegó el nacimiento de la octava generación descendiente de la realeza.

Con la llegada de estos retoños al mundo, la esperanza había revivido y, con ella, la necesidad de dar con los siete objetos, para no pasar por lo mismo nuevamente. ¿Cómo supieron que eran ellos? Sencillo… en la profecía estaba explicado: Los elegidos por Dios nacerían con una marca. Un sello que los identificaba como los únicos capaces de hacer un contrato, mantener contacto directo con el Dios y gozar de sus virtudes.

Un honor, o una condena de por vida.